jueves, 30 de abril de 2015

Historieta Nº 90: Invasión, dijbujos de Oscar Estévez













MORéN LIVICS

Mi profesión (principal, de la que viví desde 1960, complementada con algunas oficinas) es la de Guionista de historietas. Todo transcurría normalmente en el País de las Hadas (las disputas por la falta de un sueldo fijo eran parte de lo normal), cuando, el año 1995, dijeron en Ediatorial Columba, en la que trabajaba (en negro) desde 1970: "no compramos más nada por tres meses". "¿Cómo 'nada'? Alguna cosita para ir tirando, para subsistir... " "Nada". Los tres meses fueron para siempre. Sí, en algún momento me llamaron los nuevos dueños, que hicieron durar el archivo hasta el año 2000. Pero pagaban una miseria tan grande que no los tuve en cuenta. Trabajaba en Record (que cerró por la mismo época) Si, Scutti me pidió guiones para mandarlos a Italia, pero no soportaba que desde allá me dijesen lo que yo tenía que escribir acá. Sobre todo cuando ya habían publicado mis trabajos, sin pagarme nada y sin mi firma. Trabajaba en La Nación, y ganaba muy bien. Trabajaba en Billiken, y ganaba muy bien. Pero la misma causa que volteó a Columba y Record (el gobierno del Neoliberalismo) estaba trabajando en las sombras. Cuando salió la Flexibilización Laboral hubo una ola de despidos en La Nación. Y me quedó sólo Billiken. Que no era poco: representaba un sueldo normal. El diciembre de 2001 asustó a loa "fondos de inversión" dueños por entonces de Editorial Atlántida, y cerraron sus puertas a los Colaboradores Externos. Con 29 años de relación de dependencia, quedé en la calle. El 2002 tuve la valiosa y enriquecedora (?) experiencia de ser un desocupado, la angustia de depender del sueldo de la mujer de uno y el recuerdo de esa dependencia que siempre aparece. En el 2003 empecé a trabajar como Bibliotecario Escolar, gracias a unas cosas que había estudiado hacía mucho, premonitoriamente. Ganando un 10% de mi último sueldo de escritor, aquí estoy.
El país es otro. Las fábricas han reabierto, los ferrocarriles vuelven a las vías, los aviones vuelan por todos lados, la jubilación es buena y para todos, se acabó el hambre y la desesperación. Pero mi profesión ya no existe como medio laboral. No se producen más historietas en la Argentina, no como empleo (sí como aventura, emprendimiento personal, vocación, y otras palabras lindas) La justa reparación que ha llegado a otras profesiones no llega a nuestro trabajo, y, si nos jubilamos, contaremos con una honrosa mínima. No sólo porque trabajamos 40 años casi todo en negro (excluyo a La Nación y Atlántida) sino porque mi último sueldo en dependencia fue en 2001.
Como digo por ahí, ahora me llaman "maestro". Sé que lo hacen con cariño, que tengo seguidores, fans, gente que me quiere. Pero a mí me suena siempre a ironía, perdonen. Siempre recuerdo las palabras de Alfredo Scutti (Record) que oi un día por casualidad: "che, ahí está Wadel, otra vez. Denle alguna cosa, pobre viejo..." Wadel. Uno de los más grandes guionistas de la Argentina. Yo, entonces, era un pibe. Ahora soy otro Wadel.
Pero como muchos que conocen mi nombre nunca me leyeron, porque la historieta siempre fue un género efímero, voy a empezar a subir a este blog los escaneos de mis trabajos. Son muchos. Creo que estarán todos como para mitad de siglo, je.
Estos primeros 39 o 40 pertenecen a un intento desesperado de conseguir un mango, aquel año nefasto, vendiendo en forma de CD estas cosas. Yo no vendí. Pero Jenny y otras grandes librerías sí los venden, sin pagar ningún derecho.

Ahora, gaurden los pañuelos. Gracias.

1CxD 180 C806


C806 29 de diciembre de 2014
ACEITE

Va a haber que conseguir un poco de aceite para echarle a las ruedas del carrito, o alguien se va a quejar de que no lo dejamos dormir, cuando juntamos cartones.
Aunque esta noche parece que el ruido no le va a molestar a nadie. Excepto a los perros sueltos, que corren buscando un refugio que las rejas de las plazas les niegan.
Esta noche es Año Nuevo.
Así que habrá que apurarse, porque hoy no llevamos cartones. Hoy llevamos pan dulce y sidra, y turrones y nueces. El Comedor del Barrio se portó como la gente.
No importa que chille el carrito. Hay que llegar a la casa.
Antes que el mundo se pliegue de puro viejo y al mismo tiempo se despliegue igual, pero nuevo. Año nuevo, vida nueva. Dicen.

¡Salute!