jueves, 4 de diciembre de 2014

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C802 1CxD02 176  El asalto  4 de diciembre de 2014

El asalto

© Jorge Claudio Morhain

Iba a ser un robo perfecto.
Pero Sonia, que viajaba con el grupo a Posadas, fue reconocida por una ex compañera. Sonia había sido azafata.
El golpe fracasó. No podíamos darlo sin Sonia. Y Sonia NO debía estar en Posadas. Sabíamos que, más temprano que tarde, la azafata la reconocería.
Eso me llevó a considerar el lado oculto de la realidad. Los mundos paralelos, simultáneos, las distintas dimensiones. ¿Qué es la realidad? La realidad ES la percepción humana, y, más aún, la percepción individual.
Toda una teoría, demostrada, aceptada… pongamos, “el agua aumenta de volumen al congelarse”, necesita un observador, alguien que comprenda de qué está hablando la teoría, que haya tocado el hielo y el agua, que acepte la teoría. Claro, hay teorías que se aceptan por convicción intelectual, como la teoría del Big Bang. ¿Pero qué pasa si basamos un robo en el hecho de que al congelar la cerradura llena de agua va a romperse por la dilatación? Habrá que tener una máquina para congelar el agua, el agua, la cerradura que acepte mantenerla, etc. Y que no se interrumpa la electricidad. Y para cada una de las personas involucradas en el robo, el asunto tendrá su propia perspectiva e importancia: no es lo mismo para el cerrajero que para el electricista. Y cada variable del problema crea una bifurcación, una dimensión distinta.
La realidad es así. Uno trabaja en un nivel superficial, ve las cosas por fuera, de la cara que se presenta a la vista o al entendimiento, bajo las circunstancias en que se la observa. Un poquito que se mueva el análisis de esa realidad y comenzará a desenrollarse, como un papiro sostenido por un escriba.
Para trabajar cotidianamente necesitamos la síntesis, el nivel superficial. Pero para planificar necesitamos conocer la mayor parte posible del papiro desenrollado.


Costó convencer al grupo que esas disquisiciones eran más que cháchara académica o elucubraciones filosóficas.
Pero cuando lo entendieron, cada uno tomó una parte del plan y lo estudió hasta las últimas consecuencias.
Y, entonces sí, el robo iba a ser perfecto.
La realidad iba a ser vencida.
Cometimos el asalto.
Creo que lo leyeron en todos los diarios y lo vieron en todos los canales. “El asalto del siglo”.
El robo perfecto. Ni un disparo, ni un arma siquiera. Los rehenes apoyándonos. La policía hablando con fantasmas hasta que ya no estuvimos. Glorioso. Nos dieron un premio; simbólico, porque entre delincuentes no circulan las identidades como para ser premiadas.
Pero luego vino el después. El después implicaba una realidad en constante variación, cambiante, actualizable a cada instante. ¿Cómo mantenerla controlada? ¿Cómo tener todo el papiro ente nuestros ojos?
Uno de nosotros no lo resistió. A cambio de un tratamiento especial, nos entregó.
Al menos a una parte de nosotros, al menos a una parte del botín.
Eso sí, seguiremos siendo héroes que vencieron a la realidad. A la realidad completa.

Y no es poca cosa.

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