jueves, 27 de noviembre de 2014

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C796 1CxD02 170   27 de noviembre de 2014

El taxi de Fernández: Mamá

© Jorga Claudio Morhain

Subió con una valijita, ansioso, apretando el celular y el pañuelo con el que se secaba el sudor.
– A la clínica Otamendi, por favor. Lo más rápido que pueda.
– Buenas tardes –, dijo Fernández.
El pasajero no le contestó. Acomodó la valijita sobre el asiento. Fernández estiró el cuello para tratar de ver por el retrovisor, ¿Tenía una rejillita esa valija?
– ¿Lleva una mascota? –, preguntó como al pasar.
El sudoroso se tomó unos minutos.
– No, es mi mamá. Sufrió un accidente.
– Ah… Lo siento.
– La agarró el tren. La llevaron al Otamendi, pero no habían encontrado la cabeza…
Estaban cerca, Entonces sonó una voz distinta. De mujer.
– ¿Falta mucho, querido?
– No, mamá -, contestó el pasajero. Estamos llegando. Enseguida te van a componer…
Fernández no veía el celular, pero seguro que el pasajero ansioso estaba hablando con manos libres, con la madre, en el sanatorio.
– Sanatorio Otamendi –, anunció Fernández.
– Ya estamos, mami. Ya estamos. Quedesé con el vuelto. – El pasajero extendía un billete de cien, mientras levantaba la valijita.
– Menos mal –, dijo la valijita. Bueno, eso le pareció a Fernández, que enseguida desechó la ocurrencia: habló el manos libres, seguro.
Vio al tipo correr hacia el hospital, con la valijita. Sí, tenía una rejillita. Y… parecía que goteaba.
Fernández estacionó unos metros más allá, maldiciendo por lo bajo, mientras se bajaba.
– El tarado dejó que su perro me mee el tapizado, seguro…
Abrió la puerta trasera. Sí, el tapizado tenía una mancha.
– ¿No te digo? ¡Y la puta…! – : tocó la mancha.
No, no era pis.
Era sangre.

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