martes, 4 de noviembre de 2014

C783 1CxD02 156

C783  1CxD02 156  (31 de octubre de 2014)

Mi amante

© Jorge Claudio Morhain

Mi pequeña amante es suave, delicada, callada, misteriosa, hasta tierna a veces, amiga. Eso cuando los vientos soplan del lado del sol, o de la luna, o de las estrellas amigas.
Mi pequeña amante puede ser cruel, despótica, angustiante, tozuda, hiriente, despótica, lacrimosa. Dolorosa. Eso cuando soplan los vientos del infierno.
Trato de evitarla, muchas veces, trato de distraer mi atención, trato de impedir que me atrape. A veces lo logro. Pero hay algo, no sé, tal vez esté impregnado con su olor, porque los demás terminan apartándose, haciéndole lugar, para que venga a buscarme.
Sé que la maldita ni siquiera es mi amante exclusiva. He descubierto que comparte sus noches con muchísimos otros, y sus días con algunos menos. Es promiscua, persistente, descarada. Y descubro por qué los demás saben de mi amante. Yo les noto en la cara cuando la comparten conmigo. Seguro que ellos también lo hacen. Y saben que pertenecemos a esa especie de cofradía. Si al menos fuese una amante moderna, y permitiese la Mènage a Trois, o el swinging… Imposible,  sé que eso la destrozaría, la mataría, la aniquilaría.
Es una puta. Me canso de decírselo. Me dice que no busca a la gente por plata, y que eso la libera de culpa. Mentira. Es una puta arrastrada. La odio. Y la amo. Eso sí, jamás la llamo. Ella se encarga de buscarme, tranquilamente, aplastantemente.
Es que, además, hay momentos en que la necesito, imperiosamente. Necesito que me susurre en el oído, que me cuente cosas, que me haga promesas. Necesito sus caricias. Necesito su presencia.
Hay quien, sin embargo, no la conoce, o apenas la ha entrevisto. Claro, generalmente eso basta para desearla. Hasta para llamarla, para pedirla, para añorarla. A veces, con esa gente, se hace rogar, es difícil, caprichosa. Los otros, los amantes permanentes, no los envidiamos. Les deseamos que no vuelvan a verla, que la olviden. Pero, ya dije: verla es quererla.
Mírenla, ahora mismo, recostada sobre mi hombro, mirando lo que escribo. No, no me digan que es hermosa. Es odiosa. Es despreciable. Quisiera que se vaya y no vuelva… Miento, miento, miento. Quiero que esté, quiero que me acompañe, quiero que me ayude, siempre, siempre.
Mi pequeña amante…
Qué voy, qué vamos a hacer.
Joaquín Sabina, filósofo recurrente, la llama “Inoportuna”, y la nombra. Nuestra pequeña amante se llama Soledad.




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